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Por Horacio Verbitsky
Uno de los miembros del directorio de la editorial es Constancio Vigil, habitual compañero de golf y viajes del presidente Carlos Menem. Vigil fue condenado por un juez y por la Cámara de Apelaciones por el contrabando de un auto Mercedes Benz y su causa espera ahora la decisión definitiva de la Corte Suprema de Justicia, donde la bancada menemista es mayoritaria. El diario y el canal de televisión "Crónica" dijeron ayer que Olga Wornat había sido colaboradora de la dictadura militar. La periodista, cuyo testimonio fue ofrecido a la Cámara Federal por Patricia Cecilia Walsh, hija del autor de "Operación Masacre", anunció que accionará judicialmente por esa falsa información ofensiva. Wornat nunca estuvo en la ESMA y su primer contacto con Massera fue para entrevistarlo como periodista. Su testimonio, coincidente con el de quienes vieron en la ESMA escritos de Walsh, como Jorgelina Ramus, quien también declaró ayer, es un valioso elemento de prueba para el esclarecimiento del caso. También respondió preguntas sobre otros detenidosdesaparecidos: Dagmar Hagelin, las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, Eduardo Gabriel Horane, Mónica Mignone, Rafael Perrota, Juan Julio Roqué, Ricardo Zucker y Julio César Genoud. La ex redactora de "Gente" prestó declaración durante cuatro horas ante los jueces Luisa Riva Aramayo, Martín Irurzun y Eduardo Luraschi en la causa en la que se investiga el destino de los desaparecidos en la ESMA y, en el caso de Walsh, también el de sus escritos, saqueados al día siguiente de su secuestro de la vivienda que compartía con su mujer, Lilia Ferreyra, en San Vicente. Asistieron a la audiencia los abogados de la mujer de Walsh, Alicia Oliveira, de su hija, Marcelo Parrilli y de la familia de Dagmar Hagelin, Luis Zamora. Olga Wornat dijo que el reportaje se realizó durante tres mañanas a lo largo de una semana, que fue grabado en varios microcasettes, cuya desgrabación conserva. También mencionó a varios colegas que los escucharon mientras ella trabajaba en su desgrabación. Dijo que la revista "Gente" iba a publicar la entrevista en dos partes pero que "por decisión política de la editorial sólo se editó la primera". Durante la entrevista estuvo presente el capitán de navío Aldo Fernández, que había sido edecán de Isabel Perón y un suboficial chofer. Massera le dijo que "Walsh había muerto en un enfrentamiento con un grupo de la Marina. Yo le dije que tenía otra información, que había sido secuestrado y me respondió que no, que estaba muerto. Agregó que estaba armado, que a él le habían informado que a Rodolfo Walsh lo estaban siguiendo y cuando iba a ser detenido le dieron la voz de alto y él se dio vuelta y comenzó a disparar", declaró la testigo. Según Massera Walsh "era un terrorista, que cometió el error de resistirse. Si se hubiera entregado su destino hubiera sido otro, en una de esas lo hubiéramos salvado, como a tantos otros". La decisión de Walsh de no permitir que ninguna sucia mano lo tocara es una de las grandes frustraciones de Massera, quien deseaba exhibirlo como un trofeo ante sus compañeros y competidores en la Junta Militar. Durante el reportaje no ocultó su admiración por el escritor. Cuando Wornat le preguntó que había pasado con el cuerpo de Walsh y con sus papeles, el ex dictador respondió: "Pregúntele al Tigre Acosta. Yo no podía estar en todas las operaciones". Entre los secuestrados a quienes "vi personalmente cuando los trajeron" mencionó a Andrés Castillo y Juan Gasparini. Olga Wornat agregó que ante una pregunta suya sobre Acosta, Massera dijo que "era un tipo que tenía una bomba atómica en la cabeza, yo alguna vez lo invité a comer a mi casa con su mujer, pero era un loco, un irracional. Ustedes [los periodistas] se la agarran con el pobre [ex capitán Alfredo] Astiz y en realidad al que tendrían que buscar es al Tigre Acosta que hoy trabaja para el gobierno". Añadió que no sabía qué tareas desempeñaba pero "la información que yo tengo, y eso usted puede comprobarlo, es que trabaja para Corach". Ante una pregunta sobre la participación de Astiz en el secuestro de Dagmar Hagelin, el ex hombre fuerte de la Armada no lo confirmó ni lo desmintió y describió a su ex subordinado como "un muchacho de 24 años que sólo se limitaba a cumplir órdenes". Tanto al referirse a Hagelin como a Mónica Candelaria Mignone, hija del presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales, Emilio Mignone, Massera dijo que "no eran santas", lo cual describe la categoría a la que era necesario pertenecer para no correr riesgos en la Argentina que el ex dictador condujo. Durante la entrevista Massera también reveló que tenía un completo archivo personal. "Algunos se van a sorprender, yo conservo todo", dijo, y señaló unas cajas con documentación, pero se negó a confirmar si pertenecían a Walsh. "En mi computadora tengo todo, usted no se imagina, y papeles, y pruebas y documentación escrita." Olga Wornat declaró que dentro de las cajas vio papeles y cartas manuscritas. Massera le dijo que conservaba "el resto en un lugar seguro". La entrevista se realizó en las oficinas del destituido ex Almirante, en Corrientes al 900, a una cuadra del Obelisco, adornada con cuadros del pintor Carlos Alonso, una de cuyas hijas, Paloma, desapareció durante la dictadura militar. En la oficina "había un fax y una computadora" y Massera dijo que "estaba conectado directamente con el Servicio de Inteligencia Naval y que todo el tiempo le llegaban informaciones porque el SIN reportaba directamente a él". También mencionó entre quienes seguían vinculados con él al entonces Capitán Raúl Scheller y al vicealmirante Juan Carlos Anchezar, que en el momento de la entrevista era el segundo de Hugo Anzorreguy en la SIDE. "Me dijo que era hombre de él y que le pasaba todas las desgrabaciones de las escuchas telefónicas que realizaba la SIDE", dijo la testigo. "Supongo que quería demostrar que tenía conexiones con el poder político y que la Marina seguía respondiéndole a él". Ninguna de esas afirmaciones sería verosímil hoy, pero sí lo eran en 1995. Cuando la periodista lo interrogó acerca de las listas de desaparecidos, Massera dijo que "era posible reconstruirlas si la Marina tomaba la decisión. Pero también decía, en tono muy cínico, que muchos debían agradecerle a él por haber salvado la vida de mucha gente, mientras que el Ejército los mató a todos". También acusó al Ejército por el asesinato de lo ex diplomáticos Elena Holmberg ("la mató y me echó la culpa a mí") y Héctor Hidalgo Solá. "Usted vaya y fíjese en el Ejército a quienes salvaron. Mataron a todos en Campo de Mayo. No quedó ni uno vivo y nadie me reconoce a mí que salvé a un montón de gente y están todos vivos, los recuperé para la sociedad." Ante una pregunta de la Cámara Federal para que ampliara esa referencia de Massera al Ejército, la testigo dijo que "Massera le señaló que los [prisioneros] del Ejército estaban todos muertos, que la metodología del Ejército era matarlos a todos. De Campo de Mayo nadie salió vivo". Massera se refirió al entonces Nuncio Apostólico, Pío Laghi como un "amigo íntimo" que "no manifestó mucha preocupación por lo que pasaba. Jugábamos al tenis y es padrino de uno de mis hijos". Esa última afirmación es ostensiblemente errónea. La verdad histórica es que Laghi bautizó a nietos de Massera. Laghi admitió sus encuentros deportivos con Massera aunque dijo que no habían sido tan frecuentes como ahora se cree. Otro de los eclesiásticos a quienes mencionó entre sus amistades que luego lo traicionaron fue el ex asistente del Vicario General Castrense, monseñor Emilio Teodoro Graselli. "No dijo cosas muy buenas de mí en el juicio a las Juntas y sin embargo a veces me encuentro con él a comer porque yo no soy una persona rencorosa. Nunca me preguntó por los desaparecidos." Graselli no necesitaba preguntar, porque conocía en detalle lo que ocurría en la ESMA. A través de un contacto que le suministró Laghi con la embajada de Venezuela, combinó la salida del país de varios prisioneros que la Armada deseaba dejar en libertad tan clandestinamente como los había tenido presos. Massera también asumió la responsabilidad por la infiltración dispuesta por la Armada entre los familiares de desaparecidos que se reunían en la iglesia de la Santa Cruz y que a su vez fueron secuestrados, aunque dijo que no conocía los detalles, que derivó también en ese caso a Acosta, de quien dependía Astiz. Sostuvo que sentía pena por ellos debido a lo que había ocurrido con sus hijos pero que "ellos también eran responsables y estaban subvencionados por los subversivos". El ex dictador dijo que creía que las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, por quienes le había preguntado el ex presidente de Francia Valery Giscard D'Estaing estaban muertas. Cuando Olga Wornat le preguntó si era Acosta quien había decidido su asesinato de Massera contestó que era posible porque "era un loco que se volvió inmanejable". |
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El tema de las cuentas
suizas se está convirtiendo en una suerte de atroz folletín
por entregas, donde cada día "salta" una novedad sobre el manejo
delincuencial de fondos públicos o robados a sus víctimas
que llevaron a cabo los represores argentinos. Ayer había dudas
en Madrid acerca de la real identidad de uno de los titulares de esas cuentas,
Carlos Alberto Vega. Inicialmente se pensó que se trataría
del sargento Vega, ayudante del genocida Luciano Benjamín Menéndez
en el Tercer Cuerpo del Ejército, con asiento en Córdoba.
Pero ahora se especula con la posibilidad de que se trate del teniente
coronel Carlos Alberto Vega Aciar, un tenebroso represor, también
vinculado a Menéndez y al ex agente Raúl Guglielminetti,
a quien la Justicia argentina nunca logra encontrar y que, en los 80, manejaba
en España fondos de la dictadura militar superiores al millón
de dólares.
Según una denuncia publicada por el desaparecido periodista riojano Alipio Paoletti, el tal Vega Aciar ofrecía, a cambio de 50 mil dólares, información sobre el asesinato del obispo de La Rioja Enrique Angelelli. |
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